miércoles, 2 de septiembre de 2009

NADIE ES INOCENTE

27/09/08 - Teatro: El reino de las imágenes nítidas (Laragione)

En marzo de 1933 un hombre huye, en tren, de Berlín. Mucha gente lo hacía entonces, pero este no es un hombre cualquiera: es Fritz Lang, el famoso director de cine. Y huye porque no quiere formar parte de lo atroz, de lo verdaderamente degenerado, que ya no es el arte expresionista sino el nazismo. Este hecho histórico es el punto de partida que eligió Lucía Laragione para su obra teatral “El reino de las imágenes nítidas”, una acertada composición entre los hechos reales y las fantasmagorías que pueblan la cabeza del aturdido Lang en su viaje desesperado hacia París, puesta en escena por la Compañía Knuck, con la dirección de Diego Cosin.
Así, en el inicio de la obra, vemos a Lang (interpretado por Alejandro Genusso) en el lujoso compartimiento de un tren, donde luego de esconder dinero bajo la alfombra, es abordado por un guarda (interpretado por Javier Maestro) que, en lo avanzado de la hora y en la confusión de la huida, bien podría ser un adepto de las juventudes hitlerianas (de hecho, se juega con esta ambivalencia —sin recargar las tintas— hasta el final, cuando el tren ya ha arribado a París y el guarda levanta el brazo a modo de saludo, en lo que parece un trunco saludo nazi). En este clima pesadillesco, onírico, fantasmagórico, por momentos policial, por momentos grotesco, en el que los bordes entre la realidad y la ficción se borran, en los que la ilusión escénica se reproduce incluso dentro de sí misma, transcurren los 55 minutos de la función.
La puesta teatral, sobria, cuidada, se completa además con la proyección de diapositivas con imágenes que ilustran no sólo lo que sucede en escena sino que remiten a fotogramas de los films de Lang (como “M, el vampiro”) y a la estética predominante en aquel período, el expresionismo alemán, un arte “degenerado” y contrario a las ideas purificadoras y tradicionalistas que impulsaba el nazismo y principalmente su ministro de Educación y Propaganda, Joseph Goebbels.
Es justamente Goebbels —en la magnífica interpretación de Álvaro López— quien no sólo prohíbe el último film de Lang, “El testamento del doctor Mabuse”, sino también quien le pide que se haga cargo de la Cámara de Cinematografía Nacionalsocialista. Durante la tensa entrevista, Lang mantiene un silencio perturbador mientras que Goebbels deja caer sus palabras con milimétrica precisión. El director, sintiéndose acorralado, apela a su, paradójicamente, carta de salvación: “tengo ascendencia judía”. Goebbels, impertérrito, observa que ya lo sabían y, a continuación, susurra: “nosotros decidiremos quién es judío y quién no lo es”.
Baste este pequeño fragmento como muestra de los temas que sobrevuelan sin cesar y con profundidad cada vez mayor la obra: la hipocresía, la falsedad, el terror, el miedo, el fanatismo, el papel del arte y de los artistas en la sociedad y en los regímenes políticos, entre otros. En uno de los cuadros, por así llamarlos, que desfilan por la imaginación de Lang mientras el tren lo lleva lejos de ese infierno pero, a la vez, lo sumerge cada vez más en su propio infierno, se ve a sí mismo brindando un grandilocuente discurso tras haber aceptado el cargo ofrecido por Goebbels. Lang, exaltado, subido a una tribuna decorada con el águila nazi, proclama: “El papel del arte no es revolcarse con fruición en la inmundicia, su misión nunca será reproducir la descomposición, dibujar cretinos para simbolizar la maternidad, pintar jorobados subnormales para representar la fuerza viril...”. Y a continuación, poseído por una fuerza ajena a sí mismo, dice: “El cambio artístico debe ser símbolo del cambio político. Nosotros hemos vivido el impresionismo, la nueva objetividad y ahora hemos conquistado el reino de las imágenes nítidas”. Las imágenes nítidas son aquellas que sólo están al servicio de una causa atroz, con la que Lang no puede, como sí lo hará su mujer, Thea von Habour (interpretada por Antonia de Michelis), pactar.
Si hay un recurso sobre el que la obra gira en torno es del teatro dentro del teatro. Dos momentos son los que más sobresalen en este sentido: el primero, cuando el misterioso personaje, interpretado por Alejandro Mazza, P. K. (un criminal al que recurre Lang para conseguir los negativos de su película antes de que sean destruidos, pero también —quizás— el propio Peter Kütler, el “vampiro de Dusseldorf”, temible asesino serial sobre el que Lang realizó su film “M, el vampiro”) obliga a Lang y a su mujer, Thea von Habour, a representar el momento en el que el verdadero Kütler le confiesa a su mujer que él es el asesino que todos buscan; y el segundo cuando Thea finge su muerte frente al propio Lang para obligarlo a éste a aceptar el cargo que le propusiera Goebbels. El teatro, del mismo modo que las “imágenes nítidas”, es usado así para lograr fines espurios y también para dejar en claro que nadie, ni siquiera el propio Lang, como sus propios demonios y temores se lo demuestran, que huye y recién en 1942 podrá ver estrenada su película prohibida por Goebbels, es inocente.

Funciones: sábados, a las 21hs
Teatro Payró: San Martín 766
Informes y Reservas: 4312-5922
Entrada: $25. Descuento a estudiantes y jubilados

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